Esta historia puede resultar conocida: un talentoso músico deja su hogar y se dirige a Brooklyn, la meca de la música. Se encuentra con una comunidad de artistas con mentalidades similares y acaba por reinventar las raíces de la música mexicana al modo de Shane MacGowan, Nick Cave y las bandas balcánicas de metales. Pero la trayectoria de Rana Santacruz es lejos de predecible.
Nacido en la Ciudad de Mexico, Rana inicialmente encontró éxito a finales de los 90’s con su grupo de folk-rock alternativo La Catrina, que en poco tiempo se convirtió en un referente para muchos músicos y el público en general. Heredero de una tradición que va de José Alfredo Jiménez y el mariachi clásico mexicano, pasando por fenómenos de la cultura popular como Piporro o Chava Flores y terminando con las fusiones urbanas de Café Tacuba o Maldita Vecindad, Santacruz rescató las raíces musicales de México y las combinó con country, jazz, rock y ritmos de Europa del este, dando como resultado un sello inconfundible y un sonido que ahora es común encontrar en bandas tan diversas como Paté de Fua, Triciclo Circus Band, Juan Cirerol o La Santa Cecilia.
En 2002, Rana se mudó a Brooklyn para hacer música en sus propios términos y en 2010 se reinventó, transformándose en un sofisticado cosmopolita musical. Chicavasco, su debut como solista, mezcla influencias tan diversas como música norteña, Cine de Oro mexicano, bluegrass y clásicos post-punk como The Smiths, The Cure y The Pogues. Las canciones de este talentoso multi-instrumentista revelaron también un don por una narración de historias poéticas y cinematográficas, arraigadas tanto en Tom Waits como en el realismo mágico latinoamericano y la venerable tradición del corrido mexicano. Chicavasco puso a Rana en la mira de los críticos y le otorgó un codiciado Tiny Desk Concert en NPR.