Décadas antes de que Renoir, Van Gogh, Monet y Klimt se vieran hipnotizados por su trabajo, el artista japonés Katsushika Hokusai dedicaba la mayor parte de su día a pintar en su desordenado estudio en el antiguo Tokio, llamado Edo en ese entonces. Nos encontramos en el año 1814 en una de las ciudades más pobladas del mundo; por sus calles transitan campesinos, cortesanas, samuráis, comerciantes y hasta algunas criaturas sobrenaturales.
La tercera de las cuatro hijas de Hokusai, O-Ei, ha heredado el talento y ciertos tonos del carácter de su padre. Muchas veces ella pinta en su lugar sin recibir algún crédito. Incentivado por este factor, el cineasta Keiichi Hara presenta su más reciente entrega, Miss Hokusai (Sarusuberi: Miss Hokusai, 2016), una cinta animada que descubre a esa mujer detrás de uno de los pintores más representativos de Japón y que forma parte de la 61 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. La cinta podrá apreciarse del 19 al 24 de noviembre en la Sala 2, Salvador Toscano.
El filme está basado en un manga de culto de Hinako Sugiura, reconocida investigadora y autora especializada en el periodo Edo. Sarusuberi, su nombre original, fue publicado en la revista Manga Sunday entre los años 1983 y 1987, y recopilada más tarde en tres tomos. La historia fue adaptada posteriormente por el escritor Miho Maruo, con quién Hara ya había trabajado anteriormente en su premiada obra Colorful (2010).
Retomando su esencia de origen, Miss Hokusai es una obra episódica que retrata varios momentos de la vida de O-Ei sin centrar ni desarrollar alguno en especial. De esta manera podemos conocer la relación con su padre en distintas situaciones, de respeto y resistencia al mismo tiempo. También se observan fragmentos donde nos acercamos a su historia amorosa y a sus descubrimientos sexuales; pero, si algo une cada uno de estos episodios, es su afición por observar, el permanecer contemplando todo lo que la rodea.
En una escena, O-Ei le enseña a su hermana menor, ciega de nacimiento, a observar; las vemos navegando tranquilamente en una barca mientras ésta le describe el mar y la pantalla transita, fluye —como el propio movimiento del agua— hasta dejar en primer plano a La gran ola de Kanagawa, quizá la obra más representativa de Katsushika Hokusai.
Con una animación que hace que los kimonos respondan a cada tipo de luz y a la intensidad del viento, el filme impacta al espectador con imágenes en movimiento que conjuntan cierta poética visual con elementos distintivos de la cultura japonesa, como lo son la muerte, la religión, el silencio y las estaciones del año.