Ningún camino es en vano y el recorrido que ha edificado Pedropiedra hasta su quinto disco de estudio sabe de experiencia, madurez, amigos, ídolos y raíz personal. 9 canciones dan vida a “Aló!”, la placa que el chileno estrenará este 2020 con una serie de sorpresas dentro y fuera del país.
“Éste era un disco que quería hacer hace tiempo. Me tenía prometido a mí mismo hacer algo que sonara actual, salido del molde rock-pop en el que estaba cómodamente asentado”, confiesa el cantante que ya liberó los singles “Amar en Silencio”, “Perdido en Viña del Mar”, “Hipnotizada” junto a Álvaro Henríquez, y la canción encargada de darle nombre al largaduración.
Si los sonidos hip-hop y R&B lo han acompañado a cuentagotas durante su historia solista, en “Aló!” se propuso detenerse seriamente en ellos, logrando un collage urbano donde el pop y las cuerdas tienen momentos precisos más que ser protagonistas. Con esta motivación es que llegó a Cristián Heyne, productor capaz de orientarlo en este redescubrimiento sonoro, con una metodología que supo de loops, samples y texturas electrónicas.
Una nueva dimensión en su discografía, que abarca sin complejos el abanico amplio de música que le gusta escuchar y hacer. “Un disco colorido, alegre, con letras entretenidas”, dice sobre el quinto paso en estudio que viene a retomar lo inconcluso de CHC fusionado con lo aprendido en solitario.
“Este trabajo fue hecho entre muy pocas personas, sin grandes estudios. Sólo un beat, un bajo y un par de acordes por tema. Casero y sin intrusos, como me gusta trabajar”, detalla Pedropiedra sobre la producción que contempla dos colaboraciones, la icónica presencia de Álvaro Henríquez y el paso sorpresa de un viejo amigo musical.
Alegrías y preocupaciones reales y ficticias, el anhelo de la vida, los paisajes de pesadilla y las visiones paranormales. “Aló!” es un llamado de atención al mundo para salir de la zona de confort, una construcción sonora que navega por toda una década de historia musical, que retrata verdades como cuchillos sin nunca perder el componente lúdico de la composición y lírica; un trabajo muy fiel al músico, que busca nuevas herramientas, pero que jamás deja de sonar como él.