En Sing Street: Este es tu momento, el director irlandés vuelve a este mismo espíritu –aunque de una forma más carismática que melancólica– con una trama coming of age que le hace homenaje a la década de los 80 y a la juventud. Sin embargo, no se siente como una redundancia temática, sino como otra confirmación de que la música en efecto es la compañera ideal de las almas imprecisas. Conor (Ferdia Walsh-Peelo) es un adolescente de Dublin que, tras conocer a una modelo a la que desea impresionar, forma una banda musical con sus nuevos amigos de su nueva escuela católica irlandesa. Sin embargo, éste no es un cuento de amor entre un joven y una chica (este recurso, aunque inicia todo, se vuelve completamente secundario). Más bien, Sing Street se convierte en una historia de amor fraternal, una fábula de cómplices.
Y aquí viene la revelación de la cinta: Jack Reynor interpreta con gran carisma y fuerza a Brendan, hermano mayor de Conor –ese que todos quisiéramos tener–, quien toma el rol de guía y mentor en cuanto a su educación musical se refiere. Gracias a su amor mutuo por la música, ambos comienzan a vivir en una suerte de vida paralela a los pleitos de casa. Dicha vida paralela está llena de simpatía, pues implica la búsqueda de la identidad musical de Conor, pasando por Duran Duran, The Cure, Depeche Mode, y que incluye hasta cambios de look de la noche a la mañana. Brendan se vuelve por voluntad propia en la carne de cañón que le abre el camino a su hermano y es sobre su relación con Conor en la que recae todo el peso de lo agridulce: ambos viven el desmoronamiento de su familia, al mismo tiempo que comparten el sueño de hacer buena música.
Es cierto que Sing Street, así como comparte el mismo espíritu “Carney” de sus antecesoras (y cuya sensibilidad irlandesa la eleva considerablemente por encima de la hollywoodense Empezar otra vez), también comparte los mismos pecados: la fantasía y la facilidad con que suceden algunas cosas dentro de la trama. Después de un poco de “educación musical”, Conor empieza a crear grandes canciones que no se escuchan nada amateur. Casi de la nada. Esto, sin embargo, es una buena noticia para nuestros oídos y los amantes de los éxitos ochenteros, pues no podrán dejar de tararear el soundtrack una vez terminada la cinta. Sing Street sí es una feel-good movie después de todo, pero eso no quiere decir que, desde su frente de frescura y juventud, no tenga nada qué decir. La película es un atajo para comprender amenamente en qué consiste ese sentimiento que a menudo da origen a las mejores obras de arte: ese estar “feliz-triste”. Y eso la convierte en una de las películas más frescas y carismáticas del año.
CP